GRACIAS

Por enviarnos a tu hijo Jesús,

a Mahoma, a Buda,

Jeremías, Moisés, Mateo

y tantos otros maestros.

Por todo conocimiento

Científico, Humanístico;

Por el arte y la tecnología.

Por ayudarme a comprender

que en todo hay música;

UN MAESTRO COSTOSO

Lope era un hombre que al nacer no fue favorecido físicamente, en cambio sus vivencias lo llevaron de la mano a comprender los secretos de la elegancia, de la buena presencia; su hablar sereno, seguro, era arrolladoramente efectivo a la hora de convencer; era un arma que sabia usar con magnifica eficiencia. No se sabe con certeza cual fue su origen, no se le conocieron parientes, ni se tiene ningún dato sobre su juventud, es como si hubiese nacido a los cuarenta años, pues ni siquiera hay seguridad si su nombre siempre fue Lope Caicedo.

Su modus operandi era muy variado, casi se podía decir que no tenía uno definido; pero si había un común denominador en todas sus trampas, la simpleza, una sencillez asombrosa; también sus víctimas tenían algo que compartir, la ambición desmedida y una arrogancia rayana en lo estúpido.

PAJARITA LARENSE

De Carora Pajarita
quiero tener un buen cuatro;
de La Mamita un buen plato
de caraotas refritas.
De ese tamunangue tuyo
me traes el yiyivamo,
que a lo mejor cuadramos
un viaje para El Tocuyo.

Deja que te lo expliquen
Curarigua y Cimarrona;
empinando una porrona
de cocuy de Siquisique.

CONFESIÓN

Bien sé Señor que tú no me vigilas,

pues para ello me diste la conciencia;

por eso te confieso mis errores,

para que con tu infinito amor

me ayudes a enmendarme.

No me siento culpable, Señor,

de haber vivido,

TODOS PODEMOS VOLAR

Pensando estas cosas se distrajo y metió una de sus patas… ¡Oh Perdón! Mi querido lector, perdona mi falta de consideración; olvidé decirte que Soledad es una cangrejita de color marrón que al verla hace pensar que es de madera; por lo que su padre desde pequeña la llamó «Cangrejita de Palo»; no sólo por el color sino por sus movimientos rígidos y sus pasos atropellados.
Pero volvamos con Soledad y su pata atascada en la grieta de una roca.
– No, no otra vez – pensó – ¡Hasta cuando! Paso más tiempo atascada que caminando, ojalá pudiera volar como el Pelícano o como la Tijereta
Ayudándose con otras dos de sus patas logró salir del problema y continuó caminando hasta bajar de la roca y continuó por la arena hasta un promontorio más adelante.

DIOS

Dios, víctima de tantas iglesias;

fraccionado en tantos santos,

en tantos orishas.

Dios de tantos nombres:

EL SATIRO DEL BAJIO

– ¡Cómo no maestro! ; pero eso sí, que sea de muertos y aparecidos -dijo uno de los muchachos para animar al viejo.

– ¡Caramba mozo!, no lo voy a poder complacer – respondió el viejo como lamentándose – Pero es de Sátiros y Duendes, que al fin también se aparecen, aunque dicen que nunca se mueren.

El viejo se acomodó en la rústica silla, escupió la bolada de chimó que había estado saboreando y comenzó su relato.

– Ahí mismo donde llaman El Bajío, hace mucho tiempo, había un lago. Esto fue mucho antes que llegara el español a estas tierras. Todo alrededor era montaña y espesura, como una selva, donde había toda clase de montes y animales. En el centro del lago se veía un pueblo hecho con chozas de madera con techo de palma, las gentes que allí vivían clavaban varas en el fondo del lago y sobre ellas construían las chozas y hasta hacían calles para ir de una a otra. En verdad todos eran Duendes que cuidaban a una Princesa que vivía dentro de la montaña que hoy llaman Cerro Gordo. La Princesa era la soberana de las aguas y junto con sus Duendes se ocupaba de formar ríos y quebradas,, de controlar las lluvias y el rocío, para que floreciera la vida en todos los alrededores, hasta muy lejos más allá de las montañas. Se les pasaba la vida cargando nubes con agua limpiecita, para enviarlas ahora a los llanos, ahora para la costa. Fabricando la nieve y la escarcha para los picos más altos de la Cordillera Andina. Las aguas salobres para los ríos del Norte, las aguas oscuras para los ríos del Este, las rojizas y ambarinas para las quebradas del Oeste.

RICARDO PERFECTO

Creía fervientemente que a los niños debe enseñárseles desde muy pequeños, acondicionar sus reflejos, controlar sus ímpetus, señalarles en todo momento la conducta adecuada, seleccionar cuidadosamente sus amistades y reprimirles cualquier afición que no sea propia de las personas decentes.

De allí que sus hijos resultaron estudiantes con las más altas calificaciones, niños silenciosos y tranquilos, adolescentes que al no soportar la carga de aquella tiranía y la ausencia total del afecto, huyeron por el camino del vicio, la rebeldía extrema y la violencia.

REFLEJOS

Bibi pasaba días enteros bañándose en el río y en los charcos que se formaban con la lluvia, cuando no correteaba entre el pasto cazando grillos y mosquitos. Así era la vida a orillas del río de aguas oscuras, color ceniza. Bibi le cantaba a la lluvia y junto con sus parientes ejecutaba magistrales conciertos que arrullaban a todos los moradores del lugar. A veces, cantaban hasta la madrugada y todos dormían hasta el mediodía, todos excepto Bibi que al igual que todos los días se levantaba apenas salía el sol.

Uno de esos días cuando el sol sale más temprano. Bibi despertó e inmediatamente fue a orillas del río para darse su primer chapuzón. Fue grande su sorpresa cuando al llegar vio reflejado en el agua, un paisaje que le era desconocido a la vez que familiar. Aquella visión era tan real que podía sentir el clima, percibir los olores, escuchar los sonidos y las voces que provenían de allí.
– Estoy soñando -pensó- Si, tengo que estar soñando.

SIN TERMINAR DE LLEGAR…

Es siempre irse más fácil
que llegar.
Al llegar todo es extraño,
te gustará;
al partir dejarás un algo