A no ser extranjero
en ningún lugar,
a aprender de la vida
según va fluyendo,
sin tomar esas cosas
que agobian el alma,
arrastrando al hombre
a la soledad.
A no ser extranjero
en ningún lugar,
a aprender de la vida
según va fluyendo,
sin tomar esas cosas
que agobian el alma,
arrastrando al hombre
a la soledad.
Era tan desarrollada y fructífera su imaginación, que los adultos (quienes habían olvidado que una vez fueron niños) lo tomaban por embustero.
Pero un día, cuando nuestro niño jugaba en el jardín de su casa; conoció a un anciano, tan anciano que tenia arrugadas las arrugas. Este anciano poseía uno de los dones mas preciados que una persona pueda tener: su recuerdo de cuando fue un niño; saber que a pesar de sus arrugas, una vez fue un niño pequeño, pequeño pero lleno de grandes sueños y fantasías hermosas.
-¡Hola!- dijo el niño –me llamo Tupac ¿y tu?.-¿Sabes? , yo tengo un tanque de guerra – dijo Tupac con ciertas ínfulas. Sí, de verdad con cañones y todo.
– ¡No me digas! – dijo el anciano con tono jocoso.
– Si – insistió el niño.
Las denunciantes señalan con gran preocupación que no ha habido un día que la Doctora trabaje desde que fue asignada al Ambulatorio de San José de Perromuerto. Dedica todo su tiempo a jugar con los niños y en lugar de recetarle medicamentos, le recomienda a los padres que les den caramelos y chucherías a sus hijos; no ha prescrito una inyección en los últimos seis meses y para colmo no se hace respetar por sus pacientes que la llaman por su nombre de pila como si se tratara de una compañera de escuela.
Nos asomamos a este curioso caso y comprobamos que, si bien es cierto el contenido de la denuncia, también se debe señalar que la salud de los niños de esa comunidad ha mejorado sustancialmente desde la llegada de la Doctora Alegría al citado centro de salud.
Al parecer nuestra protagonista descubrió que un rato de alegría y alborozo proporciona más salud que beberse o inyectarse la mitad de una farmacia y hasta los medicamentos actúan con mayor eficiencia cuando el paciente logra un estado de animo alegre y optimista.
Cerveleón tenia las cualidades del sabio y del profeta; era un gran filosofo, naturalista y poeta; pero por sobre todo era un hombre sencillo, algo bohemio y eso sí, un gran bebedor. Beber fue su gran delirio durante un largo tiempo, beber y no precisamente agua. Llegué a pensar que él medía la calidad del licor en octanos y no en grados alcohólicos.
– Cerveleón – le dije en broma – tú debes tener ron en lugar de sangre.
-No «mijo»- me contestó – porque si eso fuera así tan fácil, tú tendrías en la cabeza páginas en lugar de cerebro, con tanto librito de pacotilla que te la pasas leyendo.
– ¡Bueno! , pero bebiendo no se aprende nada, mientras que leyendo si – le contesté en tono airado.
Es el demonio que preocupa, entristece y angustia sin previo aviso, es -como todos los demonios- un ser oscuro, irreal, innecesario y obsoleto.
Yo lo conocí muy bien porque viví con él y a veces lo veo enturbiando la vida de mis amigos, parientes y vecinos.
Cuando se torna violento, hace de su víctima un torbellino de ira, envidia e inseguridad. Es capaz de enfermar a todo aquel que lo deje entrar; porque la enfermedad no es otra cosa que el resultado de una forma inadecuada de pensar y sentir.
Luego vienen las lamentaciones. Que si nadie le comprende, que si tiene mucho trabajo en la oficina, que se mata como un burro trabajando para que ellos lo tengan todo, que es el hombre de la casa pero no le respetan. Comienza a recoger su ropa y es entonces cuando el llanto de la mujer y los niños le ruega que no se vaya. Es así como esta familia, cada noche, se intercambia los papeles de agresor y víctima, de perseguidor y perseguido, de héroe y villano.
Los vecinos, hace tiempo, dejaron de asustarse, de enfurecerse, hasta de preocuparse. La tragedia ha pasado a formar parte de sus vidas en forma transparente; para ellos es como vivir en los palcos de un teatro fatalista. Después de ver la obra durante tantas funciones y en temporada permanente, el espectador se hace conocedor de la trama y puede repetir los diálogos con toda precisión.
Dice la canción «que veinte años no es nada»; sinembargo cuanto ha ocurrido en estos últimos veinte años, en que pasaste de ser una pequeñita tranquila y observadora a ser la mujer que hoy eres. Veinte años en que has sido capaz de crecer, aprender y desarrollarte sin causar grandes conmociones; como quien va hacia un norte seguro y claramente visualizado. Màs que felicitarte por tus logros o por tu cumpleaños, creo que debo felicitarme y sentirme agradecido por estos veinte años en que has venido a darle una nueva luz a mi vida y a renovar mi fe en la humanidad.